NATURALEZA Y CULTURA: Tradicionalmente se ha considerado que estos dos términos eran opuestos. La naturaleza era considerada como el elemento innato, genéticamente heredado, mientras que la cultura era algo adquirido, fruto de la convención, un añadido, a veces conflictivo. Sin embargo, veremos que la cultura es tan natural en los seres humanos como los aspectos biológicos.
1. ¿SOMOS NATURALEZA Y CULTURA?
Tradicionalmente se ha considerado que estos dos términos eran opuestos. La naturaleza era considerada como el elemento innato, genéticamente heredado, mientras que la cultura era algo adquirido, fruto de la convención, un añadido, a veces conflictivo. Sin embargo, veremos que la cultura es tan natural en los seres humanos como los aspectos biológicos.
1.1. EN LA ANTIGÜEDAD
Cuando los filósofos griegos del siglo V a.C. quisieron encontrar una explicación racional de lo que somos los seres humanos usaron dos términos: phýsis y nómos.
Phýsis, que significa “naturaleza”. En primer lugar, servía para indicar que el ser humano pertenece a la naturaleza y está sujeto a ciertas regularidades: las leyes naturales. Por ejemplo, los seres humanos nos caemos (como todos los objetos pesados) o respiramos (como muchos seres vivos). En segundo lugar, entendieron que todos los seres naturales poseen un principio del movimiento y del reposo. Esto es, tienen una dinámica propia, tienen su propia manera de ser, que hace que les ocurran determinados sucesos y no otros. Una copa de hierro se oxida porque está hecha de hierro, no por ser una copa (si fuera de cristal, no se oxidaría); mientras que los seres humanos enfermamos porque tenemos una condición biológica animal.
Nómos, que en sentido estricto significa “norma social” o “ley jurídica”. Pero tomado ampliamente, se refiere al conjunto de creencias compartidas por una colectividad. Es decir, la cultura, el conjunto de normas, leyes, costumbres, ritos y comportamientos propios de un grupo humano. Los griegos de la Antigüedad cayeron en la cuenta de que el nómos es convencional, porque diferentes pueblos tienen culturas diferentes. Por ejemplo, no siempre se celebra la recogida de la cosecha de la misma manera ni en el mismo momento, pues depende del nómos de cada grupo humano.
El debate filosófico del siglo V a. C. quedó centrado en la contraposición entre estos dos términos. La phýsis se consideró como el modelo al que los seres humanos debían ajustarse, mientras que el nómos se entendió como algo sobreañadido y variable de un lugar a otro. Así podemos afirmar que:
*la phýsis es naturaleza mientras que al nómos lo identificamos con lo artificial, con lo producido por intervención exclusivamente humana.
*La phýsis se posee por nacimiento y el nómos es lo aprendido en el proceso de socialización y educativo.
*La phýsis se posee sin necesidad de proponérselo, mientras que el nómos puede modificarse de forma voluntaria y consciente.
*La phýsis la poseen todos los seres humanos, mientras que el nómos es compartido por cada grupo humano: pueblo, cultura, etc.
*La phýsis se posee de manera incondicional, y el nómos depende del momento histórico en el que se vive.
1.2. EN LA ACTUALIDAD
La relación entre naturaleza y cultura se entiende hoy de una manera diferente, debido a las transformaciones siguientes:
_Nuestro conocimiento de la naturaleza es una construcción cultural. El concepto mismo de naturaleza presupone la cultura y nuestra relación con ella depende de cómo la entendemos culturalmente. Así la cultura sería anterior y más fundamental que la naturaleza.
_En la naturaleza ya no encontramos soluciones a nuestros problemas, sino que ella misma se ha convertido en un problema. Así lo confirman los estudios ecológicos de que disponemos. Ahora es necesario cuidar la naturaleza, porque nuestra supervivencia como especie depende en buena medida de ella.
_La naturaleza ya no nos sirve de modelo orientador, pues caben posibilidades de acción muy diferentes. Es natural que los depredadores devoren a sus presas, como ocurre con un león y una gacela; pero ¿tenemos que dejar que un virus o una bacteria nos mate a todos?
Pocos rincones del planeta quedan ya por explorar y por explotar económicamente; pocos paisajes podemos considerar aún como vírgenes, pues la huella cultural se encuentra casi en cualquier lugar. Por eso, nos preguntamos ¿podemos seguir hablando de naturaleza como opuesta a la cultura?
2. EL ESTUDIO DE LA CULTURA
La palabra “cultura” procede del latín “cultus” que se refiere al cultivo de la tierra. El alma o el espíritu humano puede cultivarse de manera similar a como se hace con la tierra para lograr las mejores cosechas. A partir del siglo XVIII, por el impulso del movimiento ilustrado, se impuso el significado de “cultivo de la mente”. Tal expresión se refería tanto a la adquisición de conocimientos como al refinamiento en los gustos y modales.
2.1. LA ANTROPOLOGÍA CULTURAL
La antropología cultural surge como disciplina a finales del siglo XIX, con el objetivo de estudiar al ser humano desde el punto de vista de su forma de vida, es decir, desde la perspectiva de la cultura que genera y en la que se desarrolla. Costumbres, relaciones de parentesco, organización política, económica y social, mitos, fiestas, creencias, la dieta o la manera de organizar las ciudades son objeto de estudio de la antropología cultural, porque a través de todo ello podemos conocer al ser humano. James George Frazer (1854-1941) y Bronislaw Malinowski (1884-1942) fueron dos de los grandes impulsores de esta disciplina.
La antropología cultural se apoya en dos subdisciplinas: la etnografía y la etnología, que se complementan entre sí. La primera describe la forma de vida de un pueblo, para lo cual el investigador ha de integrarse en ese pueblo de la forma más plena posible. La etnología estudia un aspecto o rasgo (el regalo, la estructura familiar, los rituales mortuorios, etc.) en varias culturas, comparando sus diferencias y similitudes.
2.2. LA CULTURA
Para estudiar la cultura, los antropólogos realizan algunas distinciones que es preciso conocer. En primer lugar, el término “cultura” puede usarse, al menos, en dos sentidos:
*En sentido amplio, se refiere a la herencia social de la humanidad: el conjunto de conocimientos y prácticas que los seres humanos transmitimos de generación en generación. Por eso, desde el punto de vista de la antropología cultural, no se puede hablar de un ser humano sin cultura. Se usa, preferentemente, en singular, como, por ejemplo, al hablar del ser humano como “animal cultural”.
*En sentido estricto, se aplica a cada una de las modalidades particulares que adopta la herencia social en cada grupo humano que ha existido históricamente y que existe en la actualidad. Así se usa cuando hablamos de las “culturas orientales” o las “culturas precolombinas”.
En cualquiera de los dos sentidos, podemos identificar las siguientes características del fenómeno cultural:
_La cultura es un fenómeno social, ya que se trata de algo compartido por un grupo humano. Un individuo aislado no genera cultura sino, en todo caso, hábitos o rutinas. Es esencial a la cultura que sea el elemento común de un grupo y que se perpetúe por la educación generando así una identidad individual y colectiva.
_Las culturas se caracterizan por su dinamismo, es decir, están permanentemente cambiando, modificándose. Una cultura que no cambia, que da rígidamente las mismas respuestas a los problemas y dificultades de la existencia humana, termina por desaparecer, pues deja de cumplir la función que le corresponde. La dinámica cultural consiste en que los cambios conservan la forma de vida del grupo, originando así las tradiciones.
_El lenguaje es un componente esencial de la cultura. Siguiendo a W. von Humbolt (1767-1835), cada lengua representa una visión del mundo. Desde que aprendemos las primeras palabras, organizamos la información que recibimos según la estructura de nuestra lengua materna. Por eso, cada lengua es una síntesis de la cultura de un pueblo.
_La técnica es otro componente básico de la cultura. Los seres humanos no sufrimos cambios corporales importantes, sino que modificamos la naturaleza mediante la técnica. Por ejemplo, fabricamos abrigos en lugar de desarrollar una capa de grasa bajo la piel. Por ello, podemos decir con X. Zubiri (1898-1983) que la técnica es “poder sobre las cosas”.
_La cultura tiene una base fundamental en las características anatómicas y fisiológicas humanas. El acortamiento del período de gestación y la inmadurez de nuestro sistema nervioso al nacer hacen posible el surgimiento de la cultura. Estas condiciones biológicas son necesarias para entender la aparición de la cultura, pero no son suficientes para explicarla. Sin la existencia de la sociedad no se concibe el surgimiento y el desarrollo cultural. Así, cultura y naturaleza, lejos de oponerse, se complementan en el ser humano.
_La dimensión natural, biológica, del ser humano influye en la cultura, pero no la determina. La cultura es una forma de adaptarse a las condiciones biológicas y naturales. Por eso, la cultura incluye los conocimientos, pero no debe identificarse solo con ellos, ya que abarca conductas, prácticas, valoraciones y creencias.
2.3. OTROS CONCEPTOS CULTURALES
Con el desarrollo de la antropología cultural como disciplina académica se han definido algunos conceptos importantes que nos informan de diferentes aspectos del fenómeno cultural humano.
*Protocultura. Literalmente se refiere a la primera cultura en el tiempo, a la cultura originaria y, por tanto, la más rudimentaria (por lo que también se denomina “precultura”). Aunque es un fenómeno típicamente humano, con estos términos se suelen designar ciertas conductas animales que se asemejan algo a la que consideramos como característica propiamente humana. Por ejemplo, algunos primates son capaces de enseñar a su descendencia el uso de herramientas sencillas (como un palo para alcanzar el alimento) o la manera de construir un lecho de hojas que dormir, transmitiendo estos comportamientos a la siguiente generación.
*Cultura material e inmaterial. La cultura material está formada por los objetos producidos y usados por un grupo humano, así como por sus instituciones y estructuras políticas. Por ejemplo, los utensilios y herramientas o el tipo de gobierno que tienen. A través del estudio de la cultura material se descubren muchos aspectos acerca de los conocimientos y de la forma de vivir y pensar de un pueblo. A esto último- creencias, valores, mitos, religión, etc.- se lo denomina con frecuencia “cultura inmaterial”. La cultura material y la inmaterial de un pueblo están relacionadas entre sí, sin que sea posible determinar cuál de las dos es más básica o fundamental. Más bien se produce una interacción, en la que puede ser más relevante una u otra dependiendo de la situación.
*Subcultura y cultura dominante. El término “subcultura” se refiere a un grupo de personas que comparten determinados rasgos específicos considerados como variantes de la forma de vida general y mayoritaria o cultura dominante. En todas las culturas se pueden identificar subculturas, localismos o particularismos de ciertos grupos sociales. Por ejemplo, dentro de la misma cultura dominante se puede diferenciar entre una subcultura rural y una subcultura urbana, o entre una agrícola y otra industrial.
*Contracultura. Este término se refiere a las tendencias, pensamientos y valores que entran en conflicto con los de la cultura dominante. Aunque en cualquier cultura podemos descubrir aspectos o rasgos contrarios a la cultura dominante, cuando hablamos de “contracultura” pretendemos indicar que se trata de una minoría relativamente estable y organizada, que reivindica una forma de vida alternativa o paralela a la cultura oficial dominante y que en ocasiones puede usar procedimientos violentos. Aunque en su inicio sean grupos minoritarios, pueden extenderse y provocar un cambio cultural importante. Por ejemplo, los primeros cristianos fueron un grupo contracultural pacífico dentro del Imperio romano que, a largo plazo, provocaron cambios en él.
*Civilización. Procede del latín civitas, que significa “ciudad”. Se refiere a una forma de vida en la que predominan el agrupamiento en ciudades, el sedentarismo, las relaciones personas complejas más allá del parentesco, la división del trabajo, la industrialización y el desarrollo tecnológico. Sin embargo, no hay acuerdo unánime acerca de su significado, sobre todo cuando se pone en relación con la cultura. En efecto, podemos hablar indistintamente de “civilización china” o de “cultura china”, con lo cual se trataría de dos términos sinónimos.
Pero algunos autores entienden que “civilización” tiene un significado más amplio, ya que incluye diversidad de culturas o grupos culturales. Así podemos decir que la civilización oriental está formada por las culturas china, india, japonesa, etc. La civilización andina agruparía culturas como la inca, la nazca, la aimara, etc. En este sentido, el concepto de civilización pretende ser la seña de identidad más amplia a la que nos podemos referir las personas, aunque la consideremos formada por una serie de grupos culturales más pequeños.
A pesar de ello, sigue sin estar bien definido el límite y la diferencia entre los conceptos de civilización y cultura. A propósito de este debate, lo más importante es tener en cuenta la necesidad de evitar, al menos, los dos prejuicios siguientes:
-El prejuicio de pensar que la civilización pertenece en exclusiva a las culturas occidentales, mientras que las demás culturas son “salvajes”, “primitivas”, “atrasadas”, etc.
-El prejuicio de pensar que la cultura occidental representa la forma de vida más elevada a la que puede aspirar cualquier ser humano. Todas las demás culturas serían consideradas, entonces, como formas de “atrasadas” o “deficitarias” de la cultura occidental.
3. LA DIVERSIDAD CULTURAL.
Tanto si examinamos la historia de la humanidad como si nos fijamos en el presente, constatamos la existencia de una gran diversidad de culturas. Esta diversidad es el resultado de las distintas maneras que los seres humanos han ideado para habitar el mundo, y se manifiesta a través de los distintos idiomas, creencias religiosas, tipos y técnicas de cultivo de la tierra, en el arte, la música, en la estructura social, en la dieta y en otros muchos aspectos concretos de la vida de los pueblos.
Hablamos de culturas “diversas” mejor que de culturas “diferentes”, porque “lo diferente” se define siempre como “diferente de lo establecido” por la cultura dominante, mientras que hablar de “culturas diversas” no presupone que haya un modelo cultural a partir del cual se establecen las diferencias. La diversidad implica que se reconoce al otro como “otro”, ya sea un individuo, una comunidad, un pueblo o un país.
3.1. UN FENÓMENO ANTIGUO Y NUEVO
Hablamos de “multiculturalismo” cuando en un mismo espacio social se da la diversidad cultural, es decir, coexisten individuos o grupos con orígenes culturales diversos. No se trata de un fenómeno nuevo, pues se ha dado desde siempre en la historia de la humanidad. Pensemos, por ejemplo, en la coexistencia de las culturas cristiana, árabe y hebrea durante la Edad Media en España, especialmente en Toledo.
En nuestra época se ha intensificado enormemente el intercambio de personas entre culturas diversas, debido a las facilidades de movilidad y comunicación a lo largo y ancho del planeta. De esta manera se han constituido sociedades en las que se relacionan personas y grupos con formas de pensar y actuar, con creencias y visiones del mundo muy distintas y, a veces, contrapuestas.
Siguiendo a E. Hobsbawn (1917-2012), el multiculturalismo puede adoptar diferentes formas, porque las relaciones entre los grupos culturales minoritarios y la cultura dominante no es siempre la misma. Así, por ejemplo, encontramos Estados que se han formado a partir de grupos culturales previamente existentes. Este es el caso de la formación del Estado español a finales del siglo XV o la de los Estados Unidos de América en el siglo XVIII, por ejemplo. Pero también encontramos grupos cultuales que pueden ser muy consistentes y cohesionados, aunque no hayan llegado a conformarse como un Estado. La cultura kurda y la cultura gitana son dos ejemplos de esta situación.
3.2. EXPLICACIONES PARA LA DIVERSIDAD CULTURAL
Para descubrir diferencias entre las culturas, la antropología cultural utiliza el método comparativo, es decir, describe las características diferenciales de una cultura en comparación con otras, pero tratando de evitar valoraciones del tipo “tal cultura es mejor, superior o más avanzada” que otra. De este modo, se han propuesto diversas explicaciones para la diversidad cultural:
*Evolucionismo. Igual que se ha producido una evolución biológica, también se ha efectuado una evolución cultural. Hay especies biológicas más antiguas que otras y también existen culturas más primitivas que otras. Dentro de esta teoría podemos diferenciar dos tendencias:
a)la unilineal, que entiende que todas las culturas han de pasar por los mismos estadios evolutivos. Eso implica poder clasificar las culturas como inferiores o superiores, desde la vida salvaje hasta la civilización.
b)la multilineal, que propone que la evolución de las culturas siguen procesos diferentes en cada una, por lo que solo se puede hablar de culturas diversas y es imposible una graduación como la anterior.
*Difusionismo. La diversidad cultural no aparece por la acción de cada cultura por separado, sino como resultado de los contactos e influencias mutuas de unas culturas sobre otras. Por eso se diferencia entre culturas difusoras, las que han expandido su forma de vida, y culturas receptoras, las que han adoptado pautas de comportamiento de las anteriores. En diverso grado, toda cultura es difusora y receptora: la cultura latina, por ejemplo, fue receptora respecto a la griega, pero al mismo tiempo difusora respecto a los pueblos de Hispania, Galia, Germania, etc.
*Antropología simbólica. Cada cultura puede entenderse como un sistema de símbolos que forman una red o trama de significados compartida por los miembros de esa sociedad. Las diversas culturas son, por tanto, diversas redes simbólicas construidas por distintos grupos humanos para entender el mundo que los rodea y organizar la convivencia entre ellos.
3.3. POSTURAS ANTE LA DIVERSIDAD CULTURAL
Cuando las personas se encuentran ante formas de vida, creencia, conductas y costumbres distintas de las suyas, reaccionan de múltiples maneras. Las posturas ante la diversidad cultural pueden ser varias:
*Etnocentrismo. Es la actitud adoptada por los que juzgan y valoran la cultura de otros grupos desde criterios o creencias de la propia cultura. Desde la seguridad de que la suya es la buena, se desprecian y critican elementos culturales diferentes y extraños. Esta actitud, entre otras, está en la base de fenómenos como el imperialismo o la colonización. En los últimos siglos, la cultura occidental ha creído un deber imponer su forma de vida a culturas consideradas más primitivas. Esta postura puede degenerar en posiciones más radicales, como el racismo o la xenofobia.
*Racismo. Se llama así a toda creencia, actitud o creencia que se basa en la consideración de que hay unos grupos que por sus características raciales son superiores a otros. El racismo se manifiesta en cualquier comportamiento que fomente o permita la marginación o el aislamiento de un grupo o una persona por su raza, religión, nivel cultural...Actualmente, los avances en biología molecular y genética han debilitado el concepto de raza, ya que no se han encontrado unas características esenciales que permitan la distinción entre distintas razas.
* Xenofobia. Es una actitud de desprecio y rechazo hacia lo extranjero, diferente o extraño. A menudo, es una actitud emocional producida por el miedo y la ignorancia.
*Relativismo cultural. Esta postura considera que es imposible comparar o evaluar las características de las distintas culturas. Se basa en la creencia de que toda cultura tiene valor en sí misma, ya que todos los elementos que la forman se comprenden y explican por una lógica interna que al observador externo le es difícil de captar. El riesgo o inconveniente de esta postura es que suele servir como excusa para la pasividad e inacción ante actos injustos e inhumanos.
*Universalismo. Esta postura propone un rechazo de las actitudes etnocéntricas para evitar que unas culturas se impongan a otras, basándose en un diálogo real que facilite la convergencia de aquellos rasgos culturales que han demostrado su eficacia: la organización democrática de la sociedad, el respeto a los derechos fundamentales, la igualdad de oportunidades o el aprecio de valores como la libertad o la solidaridad. Para los defensores de esta postura, estos rasgos merecerían convertirse en rasgos universales, es decir, extenderse a todas las culturas. Pero esto no significa que las características propias de cada pueblo debían desaparecer, ya que, si así ocurriera, nos veríamos privados de una gran riqueza cultural.
* Interculturalismo y diálogo. Esta posición nace del reconocimiento de la pluralidad cultural como un hecho enriquecedor, ya que puede ayudarnos a entender mejor el mundo y a nosotros mismos. Se basa, además, en la consideración de que es posible y deseable la convivencia pacífica y armoniosa de distintas formas de vida. Esta actitud apuesta por la tolerancia y el diálogo entre las diversas creencias.
3.4. LA GLOBALIZACIÓN COMO CONVERGENCIA CULTURAL
Una de las causas de la diversidad cultural es la falta de contacto en que vivían los distintos pueblos del mundo, Sin embargo, en la actualidad, el gran alcance y desarrollo de las nuevas tecnologías está borrando las distancias y acabando con el aislamiento. Aunque todavía existen zonas profundamente aisladas, el contacto cultural es cada vez mayor. Por esta razón, se dice que estamos en un momento de convergencia cultural sin precedentes.
Este contacto y proximidad entre los diversos pueblos producen un fenómeno se ha llamado contagio cultural. El conocimiento de otras formas de vida, costumbres y creencias posibilita que adoptemos algunos de estos elementos culturales cuando nos son útiles. La asimilación de rasgos propios de otros pueblos hace que, cada vez, sean más parecidas las culturas humanas.
Esta postura cuenta con detractores que consideran esta convergencia cultural como una especie de etnocentrismo camuflado de la cultura occidental. Desde esta óptica se piensa que la globalización esconde un proyecto homogeneizador, pues supone la expansión del sistema de economía capitalista de libre mercado a todos los países. Ello comporta que los países más pobres, al asumir como modelo la manera de hacer de los países más ricos, corren el riesgo de perder sus peculiaridades culturales, Por ello, desde esta óptica, algunos cuestionan que sea deseable que el modelo cultural capitalista se extienda a todas las culturas.
4. ALGUNOS DEBATES EN ANTROPOLOGÍA
Con todo lo visto sobre naturaleza y cultura, tanto en ciencia como en filosofía se discute cuanto hay en nosotros de herencia biológica y cuanto de la influencia que recibimos de los demás. También se discute sobre qué punto la naturaleza y la cultura se compenetran entre sí o si por el contrario, mantienen relaciones de conflicto.
4.1. INNATISMO FRENTE A AMBIENTALISMO
El innatismo hace referencia a la posición que defiende que la conducta humana obedece fundamentalmente a nuestra naturaleza biológica, la cual vendría en buena medida determinada en nuestros genes. El término “innato”, significa “desde el nacimiento” por lo que se da a entender que, cuando nacemos, ya llevamos “de serie” definido no solo cuál va a ser el color de nuestra piel, cuánto llegaremos a medir cuando seamos adultos, o el grupo sanguíneo, por ejemplo, sino también cómo será nuestro carácter, nuestra capacidad de memorización, que seamos más o menos tímidos o extrovertidos, etc.
Los innatistas reconocen, no obstante, que el ambiente y la educación sí tienen alguna influencia en todo lo anterior. Una buena alimentación hará que uno se desarrolle mejor, y si uno entrena el aprendizaje de memoria ello también contribuirá a que aumente dicha capacidad. Sin embargo, según los innatistas la clave está en nuestra herencia genética, porque es allí donde están definidos los márgenes de desarrollo potencial de cada capacidad. Es decir, en nuestros genes vendría fijada cuál es la altura que tendremos de adultos, pero no con exactitud, sino entre un mínimo y un máximo. Que nos quedemos en el mínimo o podamos crecer hasta ese máximo dependerá de los factores ambientales, como por ejemplo la alimentación. Y lo mismo para otras capacidades como la inteligencia, la sociabilidad, la generosidad, etc.
En contraste con el enfoque innatista, hallamos a los ambientalistas. En este caso el punto de vista que se defiende es que el ser humano, a diferencia del resto de los animales, al nacer es de una gran plasticidad. Apenas venimos equipados con un pequeño repertorio de actos reflejos y unas pocas respuestas instintivas, el resto será fruto del aprendizaje. Así pues, serán las experiencias que vayamos viviendo en el entorno de la familia, la escuela y la sociedad en general, las que irán haciendo de cada uno de nosotros el tipo de persona que es. Por tanto, desde esta óptica, se minimiza la importancia de los rasgos heredados y se pone el acento en cómo ha influido en cada uno la educación y la socialización. Según este enfoque, por tanto, no nacemos tímidos o extrovertidos, sino que nos hacemos tímidos o extrovertidos en función de determinadas experiencias que hayamos podido vivir.
Lo más común es encontrar científicos y filósofos que optan en este debate por sostener posiciones intermedias, pues entienden que ambos elementos, genética y aprendizaje, juegan un papel decisivo en aquello que somos, de modo que prescinden de subrayar con un énfasis especial a cualquiera de los dos. Además, de este modo eluden lo que podrían entenderse como consecuencias incómodas tanto del innatismo como del ambientalismo: si todo lo que hago viene determinado por mis genes, ¿dónde queda mi libertad?, y en consecuencia, ¿cómo se me puede culpar por ser de tal manera o actuar de tal modo?, si, por otro lado, no soy más que lo que la educación y la sociedad han hecho de mí, la responsabilidad de mis acciones correspondería siempre a los factores ambientales, que me han convertido en el tipo de persona que soy.
Así, por ejemplo, un estafador podría justificarse desde el innatismo, apelando a que ha sido sus genes los que lo han llevado a cometer el delito, o, desde el ambientalismo, referirse a que si ha actuado así es porque no le educaron bien de pequeño, le tocó crecer en un entorno difícil, la presión del consumismo que reina en la sociedad lo empujó irremediablemente a ello, etc. De este modo, uno tendría siempre la excusa perfecta para no asumir ningún grado de responsabilidad en sus acciones.
4.2. TENSIÓN ENTRE NATURALEZA Y CULTURA
Al hablar del binomio naturaleza y cultura, uno de los puntos que generan más discusión es la cuestión de cómo cabe interpretar la relación entre ambas. Hay quien entiende que el ser humano nace con una tendencia natural al egoísmo y la agresividad. Así se manifiesta en la afirmación de que “el hombre es un lobo para el hombre” de Hobbes y, mucho más tarde, en Freud.
En El malestar de la cultura, publicada en 1930, Freud destaca que los seres humanos nacemos con una pulsión o impulso innato hacia la competitividad y la violencia, a la que llamamos Thanatos o pulsión de la muerte, además de nacer también con una pulsión de vida, que denomina Eros, que recoge el impulso sexual y de autoconservación. Según Freud, las personas tenemos que reprimir parcialmente la satisfacción de los deseos que se derivan de ambas pulsiones para poder vivir en sociedad. Si los individuos diéramos rienda suelta a nuestros impulsos naturales sin ningún freno, la convivencia sería imposible. Quien se encarga de poner ese freno es la cultura, que nos enseña a reprimirnos. Ahora bien, si el nivel de represión que nos impone la cultura es excesivo y no nos permite canalizar de ningún modo nuestras tendencias naturales, se genera en el ser humano un malestar que deriva en infelicidad.
Otros pensadores se sitúan en un enfoque bien diferente. Rechazando las tesis anteriores, apuntan hacia una bondad natural del ser humano que, sin embargo, se va viendo dañada a medida que vamos creciendo y vamos descubriendo cómo funciona la sociedad, la injusticia que reina en ella por su reparto tan desigual de la riqueza, la diferencia de oportunidades, etc. El ilustrado J.J. Rousseau lamentaba cómo la cultura había convertido al ser humano en alguien peor, moralmente hablando, al fomentar la constante tendencia a la competitividad de unos con otros.
Según este planteamiento, bien pronto aprendemos que para ser competentes socialmente hemos de desarrollar determinadas “habilidades” como la hipocresía o la mentira. Así, como uno se habría dado cuenta de que el que va con la verdad por delante y se muestra transparente en sus intenciones suele salir mal parado, el resultado de la socialización sería inevitablemente el de aprender el juego social, perdiendo la inocencia inicial y adquiriendo maneras de hacer innobles pero imprescindibles. Por tanto, la socialización no nos hace mejores personas, sino todo lo contrario.
4.3. AGRESIVIDAD, GENÉTICA Y ALTRUISMO
El fundador de la etología (ciencia que estudia el comportamiento animal), K. Lorenz se posicionó en la línea freudiana al destacar la existencia de un instinto agresivo, uno de los cuatro fundamentales según él, común a todos los animales junto con el hambre, el sexo y el miedo. En 1966 en su libro Sobre la agresividad: el pretendido mal señala Lorenz que esta no tiene solo un carácter reactivo, es decir, no se pone en marcha solo para defenderse, sino que en ocasiones dicho instinto se activa espontáneamente a causa del deseo de demostrar la propia fuerza y de establecer jerarquías.
Además, Lorenz ve algunas bondades en el instinto agresivo desde el punto de vista de la conservación de la especie, incluso en los humanos. Por ejemplo, según Lorenz el impulso agresivo sirve paradójicamente para favorecer los vínculos de amistad en los grupos humanos. Y es que los grupos humanos se cohesionan al establecer pactos de no agresión dentro del grupo, a base de desviar la agresividad hacia otro grupo, a quien pasa a verse como el rival o el enemigo.
Uno de los discípulos de K. Lorenz, el fundador de la etología humana, I. Eibl-Eibesfeldt, en oposición a las tesis de su maestro defendió, en mayor sintonía con las posiciones rousseaunianas, en 1970 en su obra Amor y Odio que no era tan evidente que hubiera una agresividad natural innata en el ser humano y afirmó que las causas de las acciones violentas había que buscarlas fundamentalmente en la desigualdad en la distribución de los bienes y a las numerosas leyes que protegen un régimen injusto. Según Eibl-Eibesfeldt podemos ser optimistas respecto a la posibilidad futura de un mundo en paz, siempre y cuando la vida de las personas pudiera desarrollarse en un marco de justicia social.
Más recientemente, nos encontramos con los estudios de la sociobiología, disciplina que fue inaugurada por E. O. Wilson al publicar en 1975 su obra Sociobiología: la nueva síntesis. Los científicos de este campo tratan de explicar cómo fueron seleccionados evolutivamente de forma favorable los comportamientos altruistas, puesto que estos favorecían a los individuos que efectúan dichos comportamientos con una mayor transmisión de los propios genes. Destacarán por apuntar la noción de “altruismo genético”, que da a entender que cuando alguien actúa generosamente, lo hace en virtud de que sus genes le llevan a actuar así porque advierten que eso es lo más conveniente para ellos, pues mejoran las probabilidades de transmitirse a la siguiente generación.
No obstante, el enfoque de la sociobiologia recibió rápidamente numerosas críticas por parte de otros científicos, como S. J. Gould o R. Lewontin. Ambos lamentan lo que consideran el reduccionismo genético o adaptacionismo de los sociobiólogos, pues entienden que estos, al explicar la conducta humana a partir de la presión que ejercen los genes, hasta el punto de querer derivar de ellos incluso el altruismo, nos llevan a un determinismo biológico y la negación de la libertad humana. Lewontin llega a acusar a la sociobiología de responder más a intereses ideológicos que a motivaciones científicas. El debate sigue abierto.
AA.VV. Filosofía 1. Bachillerato. Editorial Edebé. Barcelona. 2015.
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Sánchez d y Mateu J. Filosofía 1. Editorial Anaya. Madrid. 2015